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CON EL AMOR… ¿ALCANZA?

  • ALEJANDRA ANZAUDO
  • 17 mar 2017
  • 4 Min. de lectura

“Lo/la amo, PERO…” tenemos conflictos, vivimos peleando, es muy celosa, vive enojado, no hablamos como antes, ya no hacemos el amor, no nos entendemos, no me siento plena, tenemos muchos problemas, no me escucha, no me habla, no me quiere de la misma manera que yo lo quiero, me coarta, no me apoya, me aburro, ya no hay química como antes, no me ayuda, no sabe tomar decisiones, siempre soy yo la loca, me mintió, esta indiferente, sospecho que hay otra persona, nunca me dijo que me amaba, fue muy estricto, no estaba nunca en casa, etc”. Frases que empaparon nuestros rostros de angustia, frases dedicadas a parejas, a hermanos, a padres. Expresiones que nos dejaron inmersos en la ansiedad, en la desesperación, en el vacío, en la tristeza.


¿Qué hacemos con el ‘pero’, qué hacemos con el amor?

Muchas veces nos encontramos dentro de un vínculo en donde el amor no se pone en duda, no dudamos de lo que sentimos, sin embargo percibimos el vínculo desgastado, hacemos todo lo posible por retornar a aquellos momentos placenteros, como forma de retener lo que una vez resultó tan pleno.


Son etapas donde pareciera que el amor camina sobre cuerda floja, con malabaristas que no lo dejan caer porque es todo lo que queda.


Nos quedamos entrampados en la contradicción de amar con dolores de cabeza, insomnio, evasión, incertidumbre, decepción.


Así, se llena el espacio de nostalgia como fórmula para no olvidar aquellos momentos felices.

Poco a poco lo que creíamos conquistado sufre un despojo que nos cuestiona, nos interpela. Anteponemos la respuesta salvavidas ‘yo lo quiero’. Lo cual indica que la emoción por si sola construye el resto de la relación, y direcciona el barco del ‘nosotros’.

Sin embargo, aun concediéndole el poder más grande al amor, éste por sí solo no logra perpetuar las narraciones de una infancia identificada con los cuentos de finales felices, comiendo perdices, PARA SIEMPRE.


Con el amor no basta; no basta para aprender a comunicarnos, a comprendernos, a aceptar las diferencias, a prestar apoyo, a saber escuchar, a saber recibir y dar, a comprometerse, a ser considerados, leales, responsables. No basta con regalos y un ‘te amo’ en tarjetitas de cumpleaños o aniversarios, no basta regalando juguetes a los niños, o en la provisión de dinero o cosas materiales, no basta con un ramo de flores el 14 de febrero o con los 15 días de vacaciones.


Fundar un vínculo sobre la base del amor implica además de quererse y elegirse, transformar ese sentimiento en actitudes, acciones, rutinas, espacios, decisiones que retroalimenten ese sentimiento en pos del crecimiento propio y ajeno. Se trata de situar el sentimiento como despliegue de situaciones, escenarios, secuencias vinculares que lo reafirmen, y no como un piloto automático que conduce sin indicaciones.


Tal como certeramente señala el terapeuta Aaron T. Beck, ‘si bien el amor es un impulso poderoso para que las parejas se ayuden y se proporcionen mutuo apoyo, este sentimiento per se, no origina la esencia de la relación, es decir, las cualidades personales y habilidades que son determinantes para mantener una relación y hacerla madurar.’


Arribar a la conclusión que con el amor no basta, no significa renuncia, ruptura o canje. Simboliza que conscientes de esa emoción hagamos mucho más que percibirla.

Requiere, entre tantas otras cosas:

  • revisar mandatos, no regirnos por el ‘deber ser’, explorar en nuestros recursos y ser auténticos conforme a nuestros deseos y emociones,

  • hacer registro de suposiciones, emociones y pensamientos negativos, extremistas y trabajar para reformularlos en pos del cambio. Hacer contraste con la realidad, discernir qué es lo que pasa y qué es lo que estamos generando desde esos pensamientos/emociones,

  • construir confianza, respetar, compartir, apoyar,

  • desconstruir ideales, reconocer que no existe la perfección, trabajar la aceptación, la tolerancia antes los defectos, errores y peculiaridades del otro; no pretender más de lo que nos pueden dar ,

  • poner en palabras, abrir la comunicación para que los malentendidos no queden enquistados, saber pedir antes de reclamar ya que el otro no es adivino de lo que deseamos,

  • saber perdonar, ser flexibles, sanar heridas y responsabilizarse de los errores,

  • ocuparse de la propia autoestima, afrontar nuestros miedos, hacernos cargo de nosotros mismos para no someternos o someter,

  • recrear el vínculo, sorprender, mimar, acariciar, renovar la pasión, ser creativos, deleitarse con los detalles, reforzar la intimidad, el encuentro, el diálogo, la mirada,

  • saber expresar el enojo de manera constructiva, preguntándonos qué ganamos gritando o siendo indiferentes,

  • negociar, ceder, trabajar en conjunto para el bienestar común, no anclarse en posiciones egoístas o individualistas; mirar lo positivo para no enfocarse sólo en lo negativo,

  • dar en la misma manera que pretendemos recibir; si quiero escucha, apoyo, ternura, saber darla,

  • repasar las soluciones intentadas, no caer en más de lo mismo, intentar hacer algo diferente, que no hayamos hecho, que nos sirva para transformar el malestar actual,

  • corrernos de la queja, plantearnos la acción o la aceptación,

  • hacer el máximo esfuerzo.

Amar no es algo resuelto y estanco, amar es un proceso paso a paso caminando un mismo sendero a la par, es una emoción que se construye.


Ahora bien, cuando el amor no basta, se abren dos opciones: Creer en ese amor para crear; darnos cuenta que estamos a tiempo de afrontar los dilemas, activar nuestros recursos y avanzar hacia el encuentro con el otro. O tan solo quedarnos al costado sin ser guionistas, mientras ese amor agoniza y se marchita tras el vacío de lo que falta, como una luz cada vez más tenue que ya no puede alumbrarnos.


La buena noticia, es que si ahora percibes que el sentimiento de amar implica muchas cosas en práctica, en uno mismo y con el otro, que acompañan y sostienen esa emoción, entonces ahora si podrás estar seguro que con esa manera de amar te alcanzará para tener una relación estable, sana y recíproca.


Alejandra Anzaudo

Lic. en Psicología

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