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ATRAPADOS POR NUESTRAS PROPIAS PALABRAS

  • ALEJANDRA ANZAUDO
  • 17 mar 2017
  • 2 Min. de lectura


La conocida frase: ‘el poder de la palabra’ del cual hablaré en este artículo no hace referencia a lo religioso sino tan solo a nuestra historia.

El lenguaje crea realidades, las decreta.


Empecemos por el principio; las cosas existen en tanto las nombramos. Nuestra existencia y todo cuanto hay alrededor esta signado por el lenguaje. Por lo tanto nuestros pensamientos, emociones y acciones están simbolizados por las palabras.

Expresamos, decidimos, actuamos, sentimos, analizamos a través de ellas. El lenguaje es el vehículo por el cual significamos los sucesos, narramos nuestra historia, soñamos, construimos vínculos, etc.


¿Ahora qué sucede cuando las cosas no andan bien? En todos los ámbitos posibles a veces las cosas no funcionan como quisiéramos, en al ámbito familiar, de pareja, laboral, estudiantil, recreativo, deportivo, etc. Algo no está bien con nosotros, con los otros.


Sabemos que para producir un cambio ante nuestro malestar, el que sea, podemos generar modificaciones por ejemplo en nuestras acciones. Lo cual implicará como consecuencia, un cambio en nuestras emociones y pensamientos. Aquí estamos afirmando que todo está interconectado pensamientos-emociones-acciones; basta una innovación en cualquiera de estos tres eslabones para impulsar una gran transformación.


A modo de ejemplo, cambiar un pensamiento negativo sobre nosotros mismos por uno positivo, nos va a hacer sentir más seguros, acrecienta nuestra auto-valía, confianza y consecuentemente se despliegan acciones y actitudes que reafirman esas emociones.


Sin embargo, lo primordial, lo que esta de trasfondo es la palabra. Modificar un pensamiento negativo infiere modificar palabras negativas por otras que nos reafirmen.


Es de gran importancia entonces revisar las palabras que utilizamos para todo, para describirnos, para proyectar, para lo que esperamos del otro, para lo que hacemos. Como nos hablamos a nosotros mismos en diálogos internos y con qué palabras miramos al mundo, al futuro, es determinante para nuestro bienestar, logros, avances.


Utilizar en gran parte de nuestro discurso palabras descalificadoras, agresivas, apáticas, negativas sólo nos llenara de obstáculos y problemas.


La profecía auto-cumplida no es otra cosa que generar lo que incubamos en nuestros pensamientos. Somos capaces de auto-condenarnos, auto-sabotearnos con discursos internos que distorsionan nuestro potencial y levantan murallas de impedimentos, nos limitan, nos hieren.


El primer paso entonces para remediar lo antedicho será registrar las palabras mutiladoras, descreídas, dubitativas, humillantes, lastimosas, con las que nos hablamos, con las que percibimos, con las que decretamos.


Pensamientos tales como: ‘no puedo’, ‘no va a funcionar’, ‘tengo miedo’, ‘no sirvo’, ‘no me sale’, ‘seguro que va a arruinarse todo’, seguro que la voy a pasar mal’, ‘esto es un desastre’, ‘me muero si no pasa tal cosa’, vivo a la deriva’, ‘nadie me quiere’, ‘soy aburrida’, etc., generarán emociones tales como: enojo, tristeza, apatía, impotencia, aburrimiento, vacío, angustia, ansiedad. Lo cual derivará en acciones torpes con resultados que reconfirmen esos pensamientos y emociones.


Darnos cuenta, hacer conscientes este circuito sin fin devastador nos abre la posibilidad de elegir cuál es la realidad que queremos vivir y cuál es el porvenir que queremos abrazar.


Somos participantes plenos de lo que nos pasa, estará en nuestras manos poder mejorarlo. Las cosas malas suceden o pasaron, pero está en nosotros decidir cómo nos paramos frente a ello y tal vez con un poco de creatividad y apertura, con una verdadera transformación a nuestra narrativa, nos liberemos, nos hagamos fuertes y alegres.


Es hora de hacer canje de palabras, ¿Cuál es tu canje?


Alejandra Anzaudo

Lic. en Psicología.

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